La historia tras el centro comercial que le abre las puertas a la moda, el talento y la calidad colombiana
El Centro Comercial Gran San fue construido hace 22 años, se encuentra ubicado entre la carrera decima y la calle novena en el sector conocido como San Victorino; este lugar se popularizó al crear los madrugones, dándole vida a uno de los lugares más grandes de Bogotá, donde se evidencia el potencial de cada uno de los trabajadores y de la moda en Colombia.
El madrugón fue creado hace 20 años, al abrir un espacio para que los campesinos de Cucunubá vendieran sus ruanas, en parte del parqueadero y los pasillos del Gran San, de allí se creó un evento diseñado para mayoristas en los cuales se presenta gran flujo de compras; los productos son llevados en tulas plásticas siendo cargados en mitad de cientos de personas.
Este lugar fue un proyecto de La Alcaldía Mayor de Bogotá y de la entidad que creó los madrugones, en ese entonces surgió con el objetivo de darle un espacio a los comerciantes que se ubicaban en la Plazoleta Antonio Nariño y a las personas provenientes de los pueblos lecheros aledaños a la ciudad de Bogotá.
En el 94 el centro comercial se vio en riesgo de ser tomado por parte de quienes habitaban “El Cartucho”, ya que el habían mas de 200 locales cerrados y los alrededores al ser considerados peligrosos por el público alejaban a la clientela. Unos años más tarde, y tras el cierre del “El Cartucho”, el Gran San cambió en cuánto la perspectiva que el público tiene del mismo. La llegada de empresarios y comerciantes provenientes de los departamentos de Antioquia y Santander le dieron nueva vida al centro comercial.
El madrugón impulsó a crecer al centro comercial adquiriendo las bodegas a los alrededores del mismo, convirtiéndose en un emporio empresarial de la moda colombiana; el modelo de negocio es un sistema paraguas que acoge a las 700 marcas que pertenecen al centro comercial.
Para los comerciantes los productos best seller son los famosos jeans levanta cola, que atraen a cientos de personas, considerados las prendas más representativas del lugar, la cuál los ayudó para darse a conocer, es un producto como dicen los comerciantes de la zona “melao”.
El centro comercial se caracteriza por tener un ambiente colaborativo, lleno de sentido de comunidad y progreso en equipo, es un lugar que se mueve siempre en busca del beneficio tanto para los fabricantes como los intermediarios hasta el cliente final. Cada local en un comienzo podía costar alrededor de 20 millones de pesos colombianos y estos pagos eran a plazos, hoy en día un local cuesta alrededor de 600 – 700 millones y tras la pandemia no hay local libre en el centro comercial.
Un punto que los ha unido como comunidad es debido a los robos con modalidades como el “cosquilleo”, pues, junto con los diferentes grupos de la policía y los administrativos, los comerciantes cuentan con un CCTV conectado directamente con la Policía Nacional; es uno de los pocos lugares vigilado 24 horas por la policía, lo cual genera mayor seguridad para la comunidad Gran San incluyendo a sus consumidores.
El secreto del Gran San para mantenerse en la cúspide es la moda pronta, sin embargo poco a poco esta tomando una cara diferente y pasó de ser considerado un lugar de productos sin marca y de la mala calidad, a ser un centro de unión empresarial para la moda y los emprendedores.
Cada día su modelo de negocio se fortalece creando una comunidad llena de amabilidad y ganas de salir adelante, un espacio que demuestra la calidad del producto local y la innovación de los emprendedores colombianos.
Al igual que las marcas personalizadas que se encuentran en nuestro medio, este modelo de negocio también es una parte fundamental para el crecimiento de la moda desde los extramuros de Colombia, logrando así extenderse por más países. Además, aparte de fortalecer la moda latinoamericana, son puntos turísticos donde es infaltable no adquirir productos colombianos hechos por personas trabajadoras de las que sus vidas dependen de este importante centro comercial en la ciudad de Bogotá.
Escrito por Verónica Camacho, Aura Riaño y Natalia Támara